Estimadas majestades, agradecería encontrar junto a mis zapatos:
La ilusión para enamorarme de la vida al despuntar cada mañana. La paz para agradecer los rayos de sol y su paleta mágica de colores. La ternura para darme cuenta cada día que el que envejece a mi lado es cada vez más el príncipe de mis sueños. El valor para agradecer los presentes del alma, los momentos de paz con uno, las historias que no teníamos tiempo de escuchar de nuestros sabios viejos, las nacientes aventuras de los que nos suceden y todos y cada uno de los juegos de las nubes que el cielo cada día nos dibuja.
Fuerza para vencer nuestras miserias…
Un corazón capaz de sentir muchos amaneceres rojos y tantas anaranjadas y melancólicas caídas de la tarde; alguna mirada cómplice o una sonrisa leve del ser que amamos y un cubo de playa solo lleno de la inocencia y la curiosidad de los que empiezan, la sonrisa de aquella princesa que fue besada por primera vez, o la ternura en los ojos de aquel que sintió por primera vez el gozo se sentirse enamorado. El amor y quizás la paz para darnos cuenta de que en los caminos las personas agradecerían nuestra mano firme, un consejo, o simplemente saber que su instante de felicidad es importante para nosotros.
Simplemente saber que su instante de felicidad es importante para nosotros
Una larga sucesión de días en los que al cerrar los ojos sintamos que alguien ha sido feliz a nuestro lado. Tiempo para comprender que nuestras ciudades, pueblos o sueños tienen millones de rincones que aún no nos han sido mostrados, que a millones de imágenes que pasan por nuestras retinas no les hemos dedicado la ternura de valorarlas. Comprensión y bondad para aceptar las cosas o las personas que no son como quisiéramos; kilos de capacidad para perdonar sin guardar resentimientos.
Humildad para pedir perdón. Sinceridad para enfadarnos con nosotros mismos y no tener que buscar culpables de nuestros errores. Autoestima para querer a nuestras miserias y fuerza para vencerlas. Fuerza para seguir cada día luchando. Dotes para sentir al que nos necesita y saber que espera de nosotros. Ternura para sentir cuándo nos están amando aunque no lo entendamos. Capacidad para dejarnos sorprender por los que tienen el corazón construido de meritos. Y por último que al volver la última página del 2009 podamos sentir que hemos pasado haciendo el bien.
Javier hubiera escrito algo así, seguro. Su corazón ha sido siempre el mejor regalo.
( Editado en www.20minutos.es el 7.01.09 )