A MI HERMANO JAVIER.
QUERIDO HERMANO:
Hoy he llevado a la pequeña de mis hijas al colegio, llegábamos tarde, así que tuve que bajarme del coche y acompañarla hasta la entrada. Ya dentro, le di su cartera, le arregle sus coletas y le di un gran beso fuerte de oso, mientras se alejaba por el gran pasillo que comunica con su aula, le iba diciendo adiós con la mano, mientras ella se volvía de paso en paso y se despedía de mi con su pequeña manita. Cuando desapareció de mi vista, y mis ojos se pasearon por la estancia, me fije en los altos techos, en los grandes ventanales con sus floridas macetas en el alfeizar, en las puertas antiguas de madera desgastada de tanto abrirse, en las baldosas del suelo de un diseño centenario y descoloridas de tantas carreras infantiles, y al levantar de nuevo la vista al frente, vi a una niña al fondo vestida de uniforme colegial, con su falda gris, su jersey azul marino y un gran lazo blanco recogiendo una coletita detrás de la melena suelta. Corría y saltaba a un tiempo, y regalaba una gran sonrisa a alguien que la esperaba de pie en un extremo del pasillo, y le ofreciera su mano para que ella la cogiera con fuerza. Una silueta delgada, elegante que irradiaba paz y ternura; y entonces vi. tu rostro ¡tan dulce! Que ahora, pasados tantos años, puedo recordar cada expresión de tu cara, tus ojos calmados, tú sonrisa delicada y tu mano de dedos ¡tan largos!, que me encantaba cogerme a ella e ir haciendo saltos y equilibrios por la calle mientras tú me sujetabas con fuerza. Recuerdo aquellos momentos de espera hasta que la sorica, decía mi nombre y salía de la sala, al gran pasillo del colegio, y te buscaba con la mirada, ¡qué fácil era encontrarte! ¡tan alto! ¡tan gallardo!, no había otro igual, eras único, poseedor de un porte señorial, que aún conservas.
Te admiraba por que hablabas de cosas bonitas que a mi me gustaba oír, utilizabas vocablos tan bellos como paz, amor….eras distinto a los demás por que tus sueños no eran desde luego terrenales, lo que no dudo que la vida te habrá echo pagar, sino sueños maravillosos de cuentos de hadas, de personas llenas de amor capaces de compartir todo con los demás, de mundos perfectos que tú pensabas entonces que existían.
Recuerdo una de las primeras veces que fui al cine, me llevaste tú, y fuimos a ver “El principito”, naturalmente no entendí nada de la película, pero el pequeño principio quedo grabado en mi corazón para siempre, y de mayor leí el libro y recordé las imágenes que de niña contemple junto a ti, y me sentí un tanto unida a ese niño que dormía en mi corazón por que hacía tiempo que ya vivía alojado en él. También me llevaste a ver “Juan Salvador Gaviota”, claro que tampoco entendí nada, pero del mismo modo que el principito, quedó grabada en mi la gaviota, que tras unos años volvió a reaparecer en las líneas de un libro. Y hoy, en cada una de las librerías de los cuartos de mis hijas no falta desde luego un ejemplar de ambas historias, para que al igual que me ocurrió a mi, esos personajes vivan en su corazón.
Incluso, y te va a hacer gracia hermano, recuerdo una manifestación en la época franquista por el Paseo de la Independencia, y yo corriendo contigo de la mano, hasta que me llevaste a una librería, donde nos ampararon y nos metimos dentro y desde allí vimos pasar a los manifestantes corriendo y a la policía detrás suyo. Estoy segura que no fue casualidad, y que me llevaste a la manifestación a sabiendas, pero luego te cansaste de correr y aprovechaste el contexto de la situación, chico listo.
A veces cuando canto a mis niñas canciones, recuerdo aquella de “libertad sin ira” la escuche también contigo la primera vez, estábamos en un bar que no recuerdo bien donde era, ni con quien, tan solo sé que la primera vez que escuché esa canción fue contigo.
Realmente mi niñez esta impregnada de tus recuerdos, así que es imposible desconectarme de tu persona por que tú ya eres parte de mí.
Mi alma, mi corazón y mi pensamiento siempre están llenos de ti.
Enero de 2007
Nota: Escrita por Belén.